sábado, 5 de febrero de 2011

La Reforma Protestante

La Reforma protestante 

 

 

La Reforma protestante que Felipe II detestaba comenzó en 1517, año en que Martín Lutero expuso a debate público sus 99 tesis. En busca de la salvación personal y ofendido por la venta de indulgencias papales, el profesor de Wittenberg había llegado a una conclusión que se diferenciaba en poco de la que había provocado la muerte de Jan Hus un siglo antes. Lutero renunció a retractarse incluso cuando se enfrentó a una bula de excomunión. No obstante, a pesar de su carácter religioso, tras proclamar que la salvación sólo se obtiene mediante la fe, el desafío de Lutero a la Iglesia se mezcló con aspectos políticos. Al reconocer el peligro de las repercusiones políticas de sus ideas, Carlos V puso a Lutero bajo proscripción imperial.
La ruptura de Lutero con la Iglesia podría haber sido un hecho aislado si no hubiera sido por la invención de la imprenta. Sus escritos, reproducidos en gran número y muy difundidos, fueron los catalizadores de una reforma más radical incluso, la de los anabaptistas. En su determinación por recrear la atmósfera del cristianismo primitivo, los anabaptistas se opusieron a los católicos y a los luteranos por igual. La Reforma tampoco pudo ser contenida geográficamente; triunfó en Suiza cuando Zuinglio impuso sus ideas en Zurich. En Ginebra, Juan Calvino, francés de nacimiento, publicó la primera gran obra de la teología protestante, Institución de la religión cristiana (1536). El calvinismo demostró ser la más militante políticamente de las confesiones protestantes.
Incapaz de conservar la unidad cristiana occidental, la Iglesia católica no cedió territorio a los protestantes. La Contrarreforma, que no sólo fue una respuesta al desafío protestante, representó un esfuerzo por vigorizar los instrumentos de la autoridad de la Iglesia católica. El Concilio de Trento reafirmó el dogma tradicional católico, denunció los abusos eclesiásticos y potenció la Inquisición y el Índice de libros prohibidos. Con la Compañía de Jesús, fundada por san Ignacio de Loyola, la Contrarreforma podía enorgullecerse de contar con una organización tan militante y dedicada como la de cualquier confesión protestante.

 

 

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