Con el final del siglo IV los pueblos germanos del norte y el este del Imperio romano habían comenzado un movimiento hacia el oeste y el sur. Eran pueblos agrícolas y pastoriles y, como todos los pueblos pastores con un alto grado de nomadismo, tenían una larga historia de migraciones.
Para afrontar la emigración germánica, Roma, con serios problemas económicos, siguió una política de adaptación pragmática. El Imperio, cuya extensión era excesiva, se podía permitir perder territorio, que se cedía inmediatamente a los germanos; pero los emperadores decidieron defender puntos estratégicos vitales, como los puertos mediterráneos, de los que dependía Europa meridional para conseguir el imprescindible trigo norteafricano. A mediados del siglo V, sin embargo, los grupos germánicos tenían el control político del Imperio de Occidente. Los francos invadieron la Galia a principios del siglo V, la península Itálica se convirtió en un reino godo por invitación del emperador, los visigodos conquistaron la península Ibérica alrededor del año 507 y los vándalos habían invadido las provincias del norte de África, ricas en cereales, en el año 428 aproximadamente. En la península Ibérica, la conversión del visigodo Recaredo al cristianismo (año 587), resolvió el conflicto que enfrentaba a la iglesia hispanorromana con la elite invasora dominante. Se acepta que con Recaredo se estableció un proyecto de unidad político-territorial, incorporando a los pueblos peninsulares en el sistema político de la monarquía visigoda.
Las tribus germánicas querían tierras y riquezas, pero también deseaban vivir como romanos, y lo que se considera convencionalmente como la 'barbarización' del Imperio de Occidente debería considerarse con la misma firmeza la romanización de los bárbaros. El conflicto básico entre ambos pueblos fue religioso.
Los germanos occidentales eran paganos que adoraban un panteón de dioses celestiales y deidades naturales. Los germanos orientales ya se habían convertido al cristianismo gracias a la intensa actividad misionera desarrollada por el obispo Ulfilas, un seguidor de la doctrina del arrianismo, que mantenía que Cristo era totalmente humano y no tenía naturaleza divina. En el año 380 esta teoría se consideró una herejía. De este modo, los pueblos germánicos fueron odiados y temidos menos como enemigos políticos de Roma que como portadores de una versión herética del cristianismo.
Nombre: Boada L. Joel A. C.I: 17.930.028 Asignatura: EES
Fuente: Microsoft Encarta2009
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