domingo, 13 de marzo de 2011

Guerra de los 30 Años

La Guerra de los Treinta Años fue una guerra librada en la Europa Central (principalmente Alemania) entre los años 1618 y 1648, en la que intervino la mayoría de las grandes potencias europeas de la época. Esta guerra marcará el futuro del conjunto de Europa en los siglos posteriores.

Aunque inicialmente se trató de un conflicto religioso entre estados partidarios de la reforma y la contrarreforma dentro del propio Sacro Imperio Romano Germánico, la intervención paulatina de las distintas potencias europeas gradualmente convirtió el conflicto en una guerra general por toda Europa, por razones no necesariamente relacionadas con la religión: búsqueda de una situación de equilibrio político, alcanzar la hegemonía en el escenario europeo, enfrentamiento con una potencia rival, etc.

La Guerra de los Treinta Años llegó a su final con la Paz de Westfalia y la Paz de los Pirineos, y supuso el punto culminante de la rivalidad entre Francia y los territorios de los Habsburgo (el Imperio español y el Sacro Imperio Romano-Germánico) por la hegemonía en Europa, que conduciría en años posteriores a guerras nuevas entre ambas potencias.

El mayor impacto de esta guerra, en la que se usaron mercenarios de forma generalizada, fue la total devastación de territorios enteros que fueron esquilmados por los ejércitos necesitados de suministros. Los continuos episodios de hambrunas y enfermedades diezmaron la población civil de los estados alemanes, y en menor medida, los de los Países Bajos e Italia, además de llevar a la bancarrota a muchas de las potencias implicadas. Aunque la guerra duró 30 años, los conflictos que la generaron siguieron sin resolverse durante mucho tiempo.

Durante el curso de la misma, la población del Sacro Imperio se vio reducida en un 30%. En Brandeburgo se llegó al 50%, y en otras regiones incluso a dos tercios. La población masculina en Alemania se redujo a la mitad. En los Países Checos la población cayó en un tercio a causa de la guerra, el hambre, las enfermedades y la expulsión masiva de checoslovacos protestantes. Solo los ejércitos suecos destruyeron durante la guerra 2.000 castillos, 18.000 villas, y 1.500 pueblos en Alemania.


La larga serie de conflictos que forman la guerra pueden dividirse en cuatro etapas diferenciadas:
  • La revuelta de Bohemia.
  • La intervención danesa.
  • La intervención sueca.
  • La intervención francesa.
Orígenes de la guerra
 A mediados del siglo XVI, la frágil Paz de Augsburgo, un acuerdo firmado por el emperador Carlos V de Alemania (Carlos I de España) y los príncipes luteranos en 1555, había confirmado el resultado de la primera Dieta de Espira y en realidad había hecho acrecentar con el tiempo los odios entre católicos y luteranos. En dicha paz se había establecido que:
  • Los príncipes alemanes (alrededor de 360 de ellos), podían elegir la religión (luteranismo o catolicismo) en sus señoríos de acuerdo con su conciencia. Era el principio de cuius regio eius religio.
  • Los luteranos que viviesen en un estado eclesiástico (bajo el control de un obispo), podían continuar siendo luteranos.
  • Los luteranos podían mantener el territorio que habían tomado a la Iglesia Católica desde la Paz de Passau (1552).
  • Los obispos de la Iglesia Católica, que se convirtiesen al luteranismo tenían que entregar su diócesis.

En los inicios del siglo XVI se incrementaron las tensiones entre las naciones de Europa. España estaba interesada en los principados alemanes, debido a que Felipe II (hijo de Carlos V) era un Habsburgo y tenía territorios alrededor de la frontera oeste de los estados alemanes (Flandes, el Franco Condado). Francia también estaba interesada en los estados alemanes porque deseaba limitar el creciente poder de los Habsburgo en su frontera este. Suecia y Dinamarca estaban interesadas por razones económicas en los estados germánicos del norte que rodeaban al Mar Báltico.


Durante la segunda mitad del siglo XVI las tensiones religiosas también se habían hecho más intensas. La paz de Augsburgo tuvo sus consecuencias a lo largo de la segunda mitad del siglo XVI, ya que los obispos se negaban a abandonar sus obispados. De hecho, los términos del tratado de Augsburgo fueron utilizados para un resurgimiento del poder católico. Las tensiones y resentimientos entre católicos y protestantes no habían hecho sino crecer desde el tratado, y en muchos lugares de Alemania se destruían iglesias protestantes y había limitaciones y obstáculos al culto protestante. A disminuir estas tensiones no ayudó nada el calvinismo que se extendía por toda Alemania, lo que añadió otra religión a la región; los católicos de Europa central (los Habsburgo de Austria o los reyes de Polonia) estaban tratando de restaurar el poder del catolicismo.

Los Habsburgo estaban principalmente interesados en extender su poder, así que estaban a veces dispuestos a transigir y permitir el protestantismo. A la larga esto hizo mayores aún las tensiones. Rodolfo II, emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico y su hermano y sucesor, Matías I, no practicaban una política católica agresiva, ya que estaban más interesados en incrementar el poder y las posesiones de los Habsburgo. Eran también muy tolerantes (como su abuelo y su padre, Fernando I y Maximiliano II), lo que permitió que diferentes religiones se extendieran a su aire y que chocasen entre sí libremente. Suecia y Dinamarca (que querían controlar los estados alemanes del Mar Báltico) eran estados de confesión luterana.

Estas tensiones estallaron con violencia en la ciudad alemana de Donauwörth en 1606. La mayoría luterana obstaculizó los intentos de los residentes católicos de hacer una procesión y provocaron así una revuelta violenta. Los católicos de la ciudad solicitaron la intervención del duque Maximiliano I de Baviera en su apoyo.

Una vez hubo cesado la violencia, en Alemania los calvinistas, cuya religión estaba todavía en su infancia y constituían una minoría, se sintieron amenazados, y se agruparon en la Liga de la Unión Evangélica (también conocida como Liga Protestante), creada en 1608, bajo el liderazgo de Federico IV, el Príncipe elector del Palatinado. Este príncipe tenía en su poder el Palatinado de Renania, uno de los estados que España deseaba para sí a fin de proteger el camino español. Esto provocó que los católicos también se agrupasen en la Liga Católica, bajo el liderazgo del duque Maximiliano I.

El emperador del Sacro Imperio y rey de Bohemia, Matías, murió sin dejar heredero en 1619, pero habiendo testado a favor de su primo-hermano, Fernando III de Estiria. Fernando, que al convertirse en rey de Bohemia y emperador del Sacro Imperio pasó a llamarse Fernando II, era un católico convencido que había sido educado por los jesuitas y quería restaurar el catolicismo. Por ello era impopular en Bohemia, la cual era predominantemente calvinista. El rechazo de Bohemia a Fernando fue el detonante de la Guerra de los 30 años.
 
Joel A. Boada L.
C.I: 17.930.028
EES

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